Nadie nos enseñó a despedirnos de aquellas personas a quienes tanto amamos.
¿Cómo decir adiós, cuando sentimos que esa palabra se lleva un pedazo de nuestra Alma…? ¿Cómo dejar marcharse a alguien que para nosotros es un pilar fundamental, que siempre ha formado parte de nuestras vidas, y sin la cual pensamos que la vida “ya no tendrá el mismo sentido”?
¿Por qué es tan grande el tabú asociado a la muerte, cuando la muerte es tal real como la vida misma?
Y es que si nos paramos a pensar, sólo hay dos grandes certezas en esta vida:
Una que HOY estamos aquí, que aun respiramos y tenemos una nueva oportunidad.
La otra es que algún dia MORIREMOS… Nadie nos lo puede negar.
Entonces ¿por qué no aprendemos a aceptar la muerte como parte de la vida? Quizá si lo hiciéramos, el proceso del duelo sería menos doloroso, pues el mismo llevaría asociada una “aceptación” del hecho de morir.
Pero claro, hay que tener en cuenta, que no todas las despedidas son iguales, igual que no lo son todas las muertes…
“Hasta siempre” mi vida.
En ocasiones, debido a una larga enfermedad, la muerte se va haciendo palpable… podemos “ver” esa oscura figura avanzando hacia nosotros, y hacia nuestros seres queridos con el propósito final de llevárselos de nuestro lado…
Es un proceso doloroso, donde se mezclan sentimientos de tristeza por la pronta despedida, y de angustia ante la duda de si la persona estará sufriendo, de si sentirá dolor. Donde intentaremos convencernos de que así será mejor, pues esa persona querida dejará ya de sufrir, y por otro lado nos sentiremos desgarrados ante su marcha, notando como una parte de nuestro corazón se ha marchado con ella….
Donde surgirá una lucha entre nuestro “egoísmo”, el cual querrá mantener a esa persona siempre a nuestro lado, y nuestro “amor incondicional”, el cual la dejará marcharse libre, tranquila, y llena de amor. Y por muy costoso que parezca, debemos hacer que la batalla la gane el AMOR siempre… Porque de ésta manera podremos dejar a la persona marcharse, y podremos darle gracias por todo lo que ha hecho por nosotros, recordarle cuánto la queremos, diciéndole…”marcha en paz, aquí todo estará bien.Gracias por todo. Siempre te echaré de menos”. Y hacerlo con el amor más infinito e incondicional que jamás hubieras imaginado que existiera.
A pesar de todo ello, no dejarán de resonar en nuestra cabeza infinidad de preguntas tan dolorosas como difíciles de responder ¿Sabía que iba a marcharse para siempre?
¿Le dije que le quería lo suficiente? ¿Cómo le hubiera gustado despedirse?
Testamento vital
“Fueron varios meses de tristeza, donde sentía que ella se iba apagando como una velita. Donde el hambre, la alegría, y el mantenerse despierta, iban disminuyendo, a la vez que el malestar iba en aumento. Algo no iba bien, y yo lo iba viendo venir… Mi mente quería “prepararse” para una realidad que tarde o temprano llegaría, y yo sabía que no tardaría demasiado…
Pocos días antes de marcharse me dijo algo así como: ”el día que yo me vaya, quiero que….”. Y yo me aferré a esas palabras para decirle: “Cuéntame. Mira, todos nos vamos a ir algún día, y deberíamos de hablar más naturalmente sobre cómo nos gustaría que fuera ese último adiós. Es lo que se llama Testamento Vital”.
Y así fue. Me contó que le gustaría que sucediera ese día de su despedida, y cómo quería que fuera su último adiós. Y de esa forma, lo dejamos todo escrito”.
Y cuando el día de la despedida llegó, la tristeza inundó mi vida, pero pudimos despedirla cumpliendo su última voluntad: marcharse con su rosario entre las manos, recibiendo un clavel de parte de cada uno de sus nietos, que los mismos portaran su férreo entre todos, etc. Y fue tan grande la tristeza, como la satisfacción de que había marchado en paz, y había sido honrada haciendo lo posible por cumplir con sus últimas voluntades.
E igual que aquellas dos personas hablaron ese día, es algo que todos, sin importar la edad, el estado de salud, o las fuerzas que tengamos, deberíamos hacer. Porque llegado ese momento, es tan duro despedir a un ser querido, y ni siquiera saber cómo hacerlo, o cómo le hubiera gustado irse… que el poder cumplir su palabra, supone un alivio inmensamente grande.
“Y aunque fueron meses duros, hubo como siempre, tanto cariño, tanta entrega y tanto amor, que ambas hoy podemos descansar en paz…”
Un adiós sin despedida
Hemos estado hablando sobre una manera “presente” de despedirnos de un ser querido. Pero la mayoría de las veces, la muerte llega como una bocanada de aire, arrebatándonos la vida sin más…Sin tenerlo previsto, sin darnos tiempo de actuar, de dejar nuestras cosas preparadas, sin poder decir adiós…sin poder hacer ese algo “por última vez”…
Y cuando la muerte llega así, es fulminante para quien se va, igual que lo es para quienes se quedan… Porque en estos casos, nunca llega en el “momento adecuado”, y nos deja exhaustos, bloqueados, incrédulos, tristes, ansiosos…con un sentimiento de “injusticia” y de negación…. Pero es que la muerte no entiende de justicia.
Como dijimos al principio, no estamos educados para dejar marchar, y para vivir el proceso de una forma menos traumática… Y sentimos dolor, rabia y culpa.. y nos sentimos vacíos y desesperanzados, porque esa persona a la que tanto hemos querido, se ha marchado sin poder decir “adiós”, sin que hayamos podido acompañarla o dado la mano por última vez…
Serán momentos difíciles, en los que no encontraremos consuelo, y las preguntas, las dudas y el dolor pueden llegar a nublarnos, pensando que en cualquier momento despertaremos de esta pesadilla…y todo volverá a ser como antes…
Y sentiremos que ya la vida no tiene sentido, y que el dolor es tan grande que no podremos sobrellevarlo…que nunca lo superaremos o podremos vivir en paz… ¿Quién dijo que la muerte de un ser querido se supera, o si quiera que hay que superarla? ¿Cómo vivir en paz cuando ni siquiera pudimos decir adiós…?
El amor va más allá de la vida y la muerte
¿Qué es la muerte? No lo sabemos, y seguramente, no lo sabremos nunca. Lo que si está claro es que es un proceso de transformación, en el que nuestro cuerpo mortal deja de funcionar, pero…¿y todo lo demás? Se dicen tantas cosas, se sienten tantas cosas cuando alguien amado fallece, que cada persona siente esa marcha de una forma diferente. Da igual lo que creas que existe después de esta vida, lo que realmente importa es el AMOR que has sentido por esa persona, y que esa persona ha sentido por ti. Y lo que sí es seguro es que el amor es tan grande y tan poderoso que va más allá de la vida y la muerte.
Y que, aunque ya no podamos “demostrar” nuestro amor, nuestros sentimientos, o no podemos “despedir” físicamente a la persona, sí que podemos hacerlo “espiritualmente”, y si que podemos rendirle homenaje, y mandarle amor y gratitud allá donde ahora se encuentre.
Un rincón para Honrar…
Cuántas veces hemos escuchado la palabra “honrar”, y sin embargo qué poco uso, o con qué poca profundidad llegamos a utilizarla… ¿Cómo podemos utilizar esta palabra tan poderosa en el proceso de duelo?
Si investigamos un poco sobre su significado y origen, descubrimos que su significado inicial hacía referencia “a la gran estima y consideración que se tiene hacia alguien o algo”. Por tanto sus sinónimos son, entre otros, respeto, estima, decoro, integridad, gloria, admiración…
Cuando ya no tenemos a alguien con nosotros, hay muchas cosas que no podremos volver a hacer, pero lo que sí podremos hacer por siempre es honrarla…¡Y no sabéis cuanto alivio se puede sentir honrando a un ser querido después de su marcha!
Hay tantas formas de hacerlo, y tan cambiantes, cómo haya podido ser cada persona en particular, como nos podamos sentir unos días u otros…
Honrando a un ser querido, podremos ir cerrando pequeñas o grandes heridas, podremos sentirles cerca, tenerles presentes en nuestro día a día, homenajearles en fechas señaladas, acercarnos a llorarles cuando estemos tristes, o a contarles nuestros logros… Nunca nada será igual, pero tampoco lo pretendemos. Lo que se pretende es no dejar que esa persona y lo que ha significado para nosotr@s deje de formar parte de nuestras vidas, les tengamos presentes y les honremos a cada momento.
Ante una marcha en la que no ha podido existir una despedida, podemos hacer un pequeño homenaje de despedida en su nombre. Reunir a la familia y amigos, o bien hacerlo solos/as… Llevar una foto de esa persona con algo significativo de la misma a algún sitio que le gustara mucho, escribirle una carta, y leérsela…. Hacer un pequeño “ritual” donde sintamos que hemos podido decirle adiós, y que cada uno piense lo que quiera, pero yo estoy convencida de que esa persona siente ese amor, y ese adiós.
Podemos escribir un pequeño diario, expresando como nos sentimos, o como si fueran pequeñas cartas dirigidas a esa persona.
O coger una flor el día de su cumpleaños, y ponerla al lado de su foto junto a una vela, escribir algo bonito, y dedicarle un tiempo de “pensamientos” y cariño.
Podemos hacer un pequeño altar en un sitio especial de nuestras casas, y decorarlo con fotos, objetos personales, flores, notas, velas… No tiene que ser algo inmóvil, todo lo contrario, podemos cambiar las flores por una maceta, o poner unas fotos más antiguas, escribir cosas alegres un día, otros días más tristes…. Como hemos dicho, cada persona es y ha sido única, cada momento es diferente, y nuestros pensamientos y forma de honrar a nuestros seres puede cambiar con nosotros.
Nosotros/as hoy seguimos aquí, no sabemos qué pasará cuando marchemos.... a mi me gusta pensar que mis seres queridos están en paz allá donde estén, que a veces me visitan en el canto de un pájaro, en una canción, o con la suave brisa del mar... Me gusta pensar que cuando yo me vaya, ellos/as me recibirán y que volveré a sus brazos, volviéndonos a encontrar en la inmensidad... Y muchos días cuando paseo, recojo un ramo de flores para ponerlas en nuestro "pequeño altar", enciendo una vela al lado de sus fotos, y les escribo pequeñas notas de amor honrando lo importantes que han sido y serán siempre para toda nuestra familia. El amor va más allá de la vida y la muerte.
“Aquel funesto día en que me obligaron a alejarme de ti, acosado por la adversidad, no hacia sino mirar atrás en el viaje de la separación. Hasta que me preguntó mi compañero: ¿Qué es lo que te has dejado? Mi corazón, le respondí”.
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